Una creación monstruosa

Título: Una creación monstruosa
Autora: Mckenzi Lee
Editorial: Puck
Páginas: 285

 Sinopsis:  

 

Es 1818 en Ginebra, y hay hombres construidos con engranajes de  reloj que viven apartados de la sociedad, bajo el cuidado de   mecánicos ilegales conocidos como los Aprendices de Sombras. Dos años antes, la vida del Aprendiz de Sombras Alasdair Finch se derrumbó. Su hermano, Oliver, murió. Su amada, Mary, desapareció. Su oportunidad de escapar de Ginebra se esfumó. Con el corazón roto y desesperado, Alasdair hace algo impensable: devuelve a Oliver a la vida.  Pero reconstruir una vida es más difícil que reparar huesos y ensamblar piezas de relojería. Oliver regresa de la muerte más monstruo que humano, y el espanto de Alasdair daña aún más una relación ya turbulenta. Con la publicación de Frankenstein, se refuerza la persecución de los Aprendices de Sombras en la ciudad, con la intención de descubrir al doctor y al monstruo que inspiraron el libro. Alasdair encuentra refugio en su ídolo, el talentoso Dr. Geisler, que quizás pueda ofrecerle una forma de escapar de los peligros del presente y las culpas del pasado, pero a un costo temible que solo Oliver será capaz de pagar... Inspirado en la novela clásica de Mary Shelley, el primer libro de Mackenzi Lee cuenta una historia sombría pero redentora, atravesada por el horror gótico, y es, en última instancia, la historia de dos hermanos

 que se ayudarán el uno al otro a no perder lo que los hace humanos.

 

Opinión:  

 

Estamos ante un retelling de Frankestein pero que no solo es una versión del clásico sino que también trata de su autora, Mary Shelley, aunque sin profundizar tanto en su historia. 

 

Nos presenta una sociedad en la que las personas tienen partes mecánicas en su cuerpo, por lo que no son aceptados por el resto. Y nuestro protagonista, Alasdair, va más allá resucitando a su hermano al que tiene que ocultar. Conocemos la historia de los hermanos a través de algunos recuerdos de Alasdair, lo unidos que estaban pero cómo todo eso se acabó cuando hizo que Oliver volviese a la vida. Alasdair ya no puede llevar la vida que deseaba y estudiar puesto que Oliver pasa a ser una criatura dependiente y nadie más sabe lo que ha hecho y tiene que mantenerlo en secreto. 

 

A través de los recuerdos y del viaje que tiene que hacer Oliver la autora nos va narrando cómo en distintas ciudades se toman la existencia de los hombres mecánicos. El rechazo que sufren tan solo por ser personas con partes artificiales que les ayudan a llevar una vida cómoda. Estos no son aceptados y los Aprendices de Sombras, los que los arreglan y fabrican tienen que vivir escondidos.

 

La parte de acción no llega hasta el final pero lo interesante son los planteamientos de Oliver de lo que debería hacer o lo que está bien y está mal. De cómo ha resucitado a su hermano y lo echa de menos al mismo tiempo porque no es el mismo. Entre todo eso también conocemos a Mary, la chica de la que se enamora. En el resto de personajes no se llega a profundizar demasiado pero conocemos sus historias, como la del Dr. Geisler y Clémence, su asistente. Geisler quiere saber cómo ha hecho Alasdair para traer de vuelta a su hermano y supondrá un obstáculo para Alasdair junto a la policía que va tras los Aprendices de Sombras. En cuanto a Geisler sí que me hubiera gustado que diese un poco más de sí no solo al final de la historia, o que se lo hubiera hecho pasar peor a Oliver con sus creaciones. Y la parte del libro de Frankestein no me gusta cómo se introduce porque se intenta poner como un misterio quién será el autor pero no lo tiene. Esta parte mejora cuando los personajes ya lo saben todo y lo que hacen es cuestionarse por qué han hecho las cosas.

 

Lo que más me ha gustado es que se mantiene el interés hasta el final de la historia que es cuando se resuelve la pregunta que llevaba haciéndome durante toda la lectura. No es una historia sorprendente pero ha sido una buena lectura y distinta porque no recuerda a otras.

—No puedes cambiar a la gente para que sea como tú quieres, Alasdair. A veces solo hay que querer a las personas por lo que son.